UN TIEMPO DE TRANSICIÓN
Es un momento crucial. Nos encontramos en un tiempo cuya característica principal es ser la transición entre lo que ya no es más y la incertidumbre sobre lo que sigue.
Asistimos mundialmente a los efectos del desordenamiento del orden internacional, a la crisis de la globalización, que es la de un capitalismo transnacional y financiero sin las regulaciones necesarias, que ha enriquecido exorbitantemente a unos pocos y empobrecido a las mayorías. A los cambios estructurales y tecnológicos que impactan en la organización económica y en el mundo del trabajo, a los problemas del daño al ambiente —que es lo mismo que decir a la humanidad, porque son uno— y de la creciente desigualdad entre regiones, países y al interior de los mismos. Además, y también en consecuencia, a la crisis de la política en tanto cabal representación de una ciudadanía cada vez más descontenta y, con ello, la crisis de la propia democracia. Los vaivenes políticos y la alternancia de gobiernos responden menos a cambios de signo en la preferencia ideológica que al hartazgo ciudadano. En cierta forma, vivimos en suspenso.
En nuestro país, una sociedad que tuvo que adaptarse como pudo a la situación de pandemia, con sus secuelas en pérdidas humanas, existencias trastocadas y enconos políticos que no perdonaron ni el hambre ni la muerte, parece todavía no estar del todo claro qué resultó de todo aquello. Y un sistema político que se reacomoda al mapa surgido de la confirmación de la bipolaridad que arrojó el referéndum por la Ley de Urgente Consideración y que no condujo a ninguna forma visible de disminución de la polarización, más bien lo contrario.
A la mitad del período, el gobierno de coalición tiene señales de agotamiento. Apostó gran parte de las baterías a una ley ómnibus —sentando un pésimo precedente— que presentó como un cambio radical, y ahora no puede exhibir resultados en consonancia. Falta agenda y proyectos estructurales de peso, que no sea la reforma de la seguridad social, a la que, por lo mismo, se le ha dado mayor centralidad. En la Educación, las propias Autoridades se niegan llamarla reforma. En ese sentido, la mayoría de las medidas son parciales o retoques de las gestiones precedentes, y aún así confirman con ellas el signo ideológico de un gobierno del campo de la derecha, al demostrar a quiénes se privilegia y repercutiendo negativamente de una manera u otra en derechos adquiridos y en el bolsillo de la gente. La fórmula coalicionista pasó rápidamente de la hipótesis de un presidente de la República que articularía cinco partidos a un gobierno de partido sin antecedentes en cuanto a lo minoritario, que estudia si acaso le hará lugar a algún reclamo de sus socios. Como consecuencia, la coalición funciona bien bloqueando, pero no proyectando.
Urge pensar, entonces, en el camino a construir desde el campo de la izquierda. Ubicados en la oposición política frente al modelo del campo de la derecha, las izquierdas tienen la necesidad y la obligación de presentar una alternativa que no se agote en lo meramente reactivo, sino en una agenda concreta y tangible de cambios que impacten favorablemente y directamente en las grandes mayorías. El campo de la izquierda, desde un primer momento de adaptación al impacto de la derrota electoral, se reposicionó con fuerza pero aún se encuentra inmerso en la transición hacia la conformación de una propuesta ordenada, tanto política como comunicacional y programáticamente.
En este contexto, desde la Unión de Izquierda Republicana (UNIR) nos proponemos el desafío de proyectar futuro.
MOVIDO POR IDEAS
no por cálculos electorales
UNIR también recorre su propia transición por la triple coincidencia de los mencionados y común a todos pos pandemia y pos referéndum, a lo que en nuestro caso se añade la pos definitiva instalación, luego de un convulsionado derrotero en el período anterior, en la consolidada lógica de los bloques, integrando por convencimiento el de las izquierdas. Tenemos la necesidad y el deber de relanzar nuestra fuerza política y contribuir al mismo tiempo con el bloque que conformamos.
Inicialmente conformado como “Batllistas Orejanos” en el Partido Colorado, nuestro grupo se caracterizó por reivindicar la identidad batllista de Batlle y Ordóñez, lo que atrajo a ciudadanas y ciudadanos de centro izquierda provenientes de otras fuerzas políticas, que enriquecieron su base ideológica. La homogeneidad colorada definitivamente sumergida en el campo de la derecha terminó excomulgando al disidente, lo que determinó la escisión del Partido Colorado en setiembre de 2018. A fines de ese año, en conjunto con el Partido Independiente y el movimiento “Navegantes”, conforma “La Alternativa”, efímero intento de tercera vía —aunque de corte progresista— ante la bipolaridad creciente. En marzo de 2019, en forma casi simultánea en que “Batllistas Orejanos” pasó a denominarse UNIR, “La Alternativa” fue disuelta por decisión unilateral del Partido Independiente. Ya sin la posibilidad de participar en la elección nacional con una expresión electoral propia (no se tenía lema registrado), el camino disponible, que no fuera el de la autodisolución, era participar en la primera vuelta electoral de octubre bajo un lema ya existente. Clarificado como nunca antes el panorama político-electoral, dividido en dos opciones que reunían cada una a los bloques de la derecha y la izquierda, UNIR decide apoyar la candidatura del candidato por el Frente Amplio, Daniel Martínez. Esta decisión se adoptó en el peor escenario electoral de los últimos 15 años para el Frente Amplio y respondió a lo que será una característica fundacional de este grupo: nos mueven las ideas, no los cálculos electorales.
Pese al contexto complejo, UNIR se constituyó en una fuerza política de carácter nacional, obteniendo 24.000 votos en octubre de 2019. Con este importante impulso, en las elecciones departamentales de 2020 UNIR obtuvo cuatro cargos de Ediles departamentales (Canelones, Florida, Montevideo y Soriano). UNIR, además, se encuentra en puestos de gestión pública como en la Dirección de Turismo de la Intendencia de Montevideo y el Directorio de la Administración de Ferrocarriles del Estado. Desde estos lugares, llevamos a la práctica las ideas que nuestro grupo defiende, reafirmando nuestro compromiso con las de 24.000 personas que pusieron su confianza en nosotros.








